domingo, 7 de agosto de 2016

JUEGOS SUCIOS




Por Elsa Claro
Los técnicos de audio brasileños se esforzaron mucho, pero no pudieron impedir la enorme resonancia  del abucheo contra el presidente interino, golpista solapado o esperpento político (cada cual está en libertad de seleccionar el calificativo o sugerir algún otro).  Por algo debe ser que tantas personas se manifiestan en playas, calles o estadios, pese a que los Juegos Olímpicos cautivan y distraen.
¿Qué ocurre en Brasil? El gigante sudamericano estuvo creciendo espectacularmente durante los 10 años de mandato de Luis Ignacio Lula da Silva. El altísimo desempleo que hubo fue descendiendo de manera acelerada con las normativas económico-sociales que estableció su gobierno.  Un aumento notable del poder adquisitivo y la expansión de mayores ingresos  en todos los sectores de la población, hicieron crecer el consumo y alimentaron la maquinaria del desarrollo que tuvo otros sustentos en inversiones diversas para que progresaran disímiles áreas nacionales.
Luego no fue casualidad que Lula dejara su mandato con más de un 80% de popularidad. Hasta  un 7,5% creció el Producto Interno Bruto en el 2010, que, es de lamentar,  se contrajo en el orden del 3,8% durante el pasado año y ya se pronostica que al término del actual, el descenso sea superior a la del 2015. Afirman expertos que solo en los años 30 del pasado siglo, durante la Gran Depresión proveniente de Estados Unidos, hubo un registro semejante en dos momentos consecutivos como está ocurriendo en el Brasil actual.
La caída se hace sentir en el altísimo desempleo y, desde luego, el descenso del desenvolvimiento y opciones  de los sectores menos favorecidos, incluyendo a las capas  pobres que lograron ascender a estratos superiores  durante el “lulismo” y cayeron de nuevo.
Para los medios masivos conservadores que imponen criterio, este resultado es consecuencia de los errores cometidos por la administración de Dilma Rouseff. De los que pudiera haber cometido la mandataria, caso llegado, sería  el haberse aliado con sectores de la derecha que le dificultaron o impusieron,  todo el tiempo, sus programas, impidiéndole a ella darle continuidad al exitoso proyecto desplegado por el jefe del Partido de los Trabajadores. No se olvide que existen dilemas económicos externos influyendo también.
Desde el Congreso al descubierto y sin la menor ética,  presionaron a  la jefa de estado, a veces arrinconándola. Las fuertes contradicciones creadas desde el poder legislativo compuesto por una decisiva cantidad de corruptos, comenzado por su jefe, Eduardo Cuhna,  está entre los principales ejes que condujeron hacia la recesión económica, dándole  base a los malabares para emprender las maniobras de tipo político. Quizás sea a la inversa, o ambas se complementaron.
Quienes sostienen –razones hay-  que en la médula misma del retroceso está la mala voluntad de aquellos que quisieron hacerse del poder por métodos tan fraudulentos como ellos mismos, aseguran que de no mediar ese  repugnante empeño, se hubieran podido poner en marcha medidas que estarían devolviéndole dinamismo a la economía y equilibrio a las relaciones institucionales.
Sin aliados a escala parlamentaria y con demasiados enemigos dentro del aparato legislativo y hasta en el  judicial,  el resultado no pudo ser otro que impedirle a la Riuseff aprobar reformas fiscales, por ejemplo, o poner orden a la evasión fiscal que, según encumbrados economistas, solo con lo que se va hacia el exterior o con lo robado por corrupción, el país podría encontrarse en una situación más que holgada.  
Con la endeble, casi ridícula, acusación de "maquillaje fiscal", hecha por quienes carecen de una historia limpia, se separó, casi seguro de forma permanente ya, a la presidenta de su cargo. El apuro mostrado por deshacer medidas sociales principalísimas, revela el carácter y las intenciones de quienes, como quien fuera abucheado en el Maracaná en la 32 convocatoria olímpica, carece de sostén moral para impugnar a nadie.
Hacen todo lo posible, al mismo tiempo, por enlodar la figura de Lula. Le temen más que el Diablo a la Cruz y se empeñan en desfigurar su prestigio. Tristemente, es posible que lo logren, aunque siempre –así dicen- hay una luz al final del túnel. Ojalá, porque si Brasil se recuperara, ayudaría a que muchas otras naciones y no solo latinoamericanas, también lo logren.