Por Elsa Claro
¿Exagera Vladimir Putin al
ordenar la construcción de enormes refugios antinucleares para proteger a sus
ciudadanos? A juzgar por los hostiles pasos emprendidos por la Casa Blanca, y
el aumento de una animosidad siempre a flor de piel en Washington, pudiera
considerarse que la cautela tiene fundamento. Sobre todo luego de la última
ruptura del débil acuerdo en torno a Siria de septiembre.
Aunque flaca, era de celebrar
aquella firma de un cese al fuego y un listado de propósitos que - no se sabe por
qué- Estados Unidos no quiso dar a
conocer ni siquiera a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la
ONU y que Moscú se tomó la venia de divulgarlo en parte.
En esta trama hay varios
puntos ígneos a tener en cuenta. Ante todo, si algo se conoce es que la
administración Obama se comprometió a separar a los llamados opositores
moderados de los del Frente al Nustra. Este último es un grupo aliado, bajo tutela o desprendido de Al Qaeda. No huelga
preguntar por qué los que se supone son oponentes sinceros al gobierno sirio, se juntan y comprometen, actúan incluso,
junto con extremistas que entrenan niños
en el oficio del asesinato a sangre fría, cortan cabezas de rehenes y trafican
desde petróleo hasta esclavas sexuales.
Pero bien. Digamos que se
equivocaron o actuaron de buena fe (los “moderados”, quiero decir). En
cualquier caso y tras conocerles tan bien, se supone, no debía ser ni tan lento
ni tan difícil para U.S.A. separarles de los otros ¿no?
Un aspecto pactado entre
Serguei Lavrov y John Kerry, consistía en abrir camino a una caravana
humanitaria de Naciones Unidas destinada a los habitantes de Alepo. El envío hacia
la que fuera la más importante área económica de Siria, fue atacado. Aún son
dudosas las circunstancias y sobre todo, falta determinar quiénes fueron los autores.
La versión occidental culpa a
la aviación rusa y a la siria. Dicen que ellos atacaron el convoy. ¿Actuaría el
Kremlin contra sí mismo sabiendo que le tienen en la mirilla y les impugnan hasta
sin el menor motivo? Damasco, menos aún, emprendería algo que iba a
perjudicarles. Sería suicida.
Una investigación rusa arroja
que con la caravana iba un vehículo con morteros, algo captado por un avión no
tripulado que sobrevoló en parte el trayecto y cuyas cámaras dan fe de que el
ataque no se realizó desde el aire. Las autoridades rusas pidieron que se
creara una comisión mixta o no ligada al caso para que dictaminara con
objetividad qué ocurrió, pero del lado
norteamericano han preferido romper los puentes de conexión y eso que, con
anterioridad, ellos bombardearon un emplazamiento sirio matando a 62 militares
e hiriendo a un centenar.
Sobre su autoría sí que no
hay duda. El operativo fue el preámbulo
¡oh casualidad! de un intento de los sediciosos para tomar el aeropuerto de la
zona. El hecho tiene más señales de acto coordinado entre yihadistas y fuerzas
aliadas bajo mando estadounidense, que de accidente fortuito.
Que Barak Obama se excusara
por el acontecimiento, es un detalle que pese a no ser muy divulgado, resulta revelador. El presidente sabe que varios altos
cargos norteamericanos estaban en contra del pacto suscrito con Rusia, la
tregua y el paso encaminado a concluir esta guerra. ¿Acaso el abrupto final del
intento se debe a presiones sobre el presidente?
Varios respetables
politólogos advirtieron que era posible una tercera guerra mundial a partir de
los choques entre el Kremlin y la Casa Blanca a partir de las diferencias con
respecto a Siria. Pero llegar a una conflagración nuclear no se debería solo a
eso.
Sobradamente se hace
referencia a los emplazamientos del escudo antimisiles de EE. UU. que va mucho
más allá de los discurrido por George W. Bush cuando sus asesores militares
concibieron el proyecto, pues ya hay
parte de ese sistema no solo en el este de Europa, sino también en España y se
plantea colocar otro segmento en Corea del Sur. La Federación rusa sigue siendo
rodeada por bases militares de la OTAN, que ejecuta frecuentes ejercicios
bélicos en obvia preparación de ataque ¿a quién sino a Rusia?
Casi imprescindible resulta recordar
los planes en curso de Estados Unidos destinados a modernizar sus arsenales
atómicos ¿para y por qué? Parece que las cautelas rusas no son paranoia sino
prudente y triste realismo.