Por Elsa Claro
Sensible y por momentos disparatado está el ambiente dentro y en torno al
Reino Unido. Los seis países fundadores de la Unión Europea, exigieron a
Londres que comience de inmediato los pasos legales para materializar su salida
del pacto.
Parece un empujón para que lance al abismo o quizás ¿será un acto de rotundo
despecho? Lo trascendente, sin embargo, está al interior de la multicultural
sociedad donde salen a la luz con vigor inédito, importantes divisiones.
Las autoridades de Escocia piensan entorpecer la decisión de salida negándose
a aceptarla y dicen que impugnarán el paso por vía parlamentaria, teniendo como
fundamento el que más del 60% de los escoceses votaron por mantenerse dentro de
la UE. Si no logran un proceso que frene el Brexit, moverán las cuerdas de la independencia
para separarse del Union Kingdom.
Las razones no son iguales, pero sí parecidas a las que se manejan en
Irlanda del Norte por los nacionalistas católicos. Ambas son dos áreas muy
beneficiadas por los enlaces económico-comerciales que propicia el pacto
integracionista. Sin embargo, y en contradicción con este enfoque, está el
territorio de Gales, la región que mayores provechos recibe de Bruselas, y
donde sus habitantes decidieron salir de tan benefactoras estructuras.
¿Contradicción o pista para encontrar verdades?
Si los beneficios recibidos de la UE tienen peso en las determinaciones,
desde luego que no fue el único factor influyente en el resultado. Habría que
darle cabida a criterios como loso expuestos por el líder del Partido
Laborista, Jeremy Corbin, quien hace
notar que las zonas que mayoristamente votaron contra mantenerse dentro de la
UE “son las antiguas regiones industriales del Reino Unido”, o sea, las más “afectadas
por los empleos mal pagados, y la falta de inversión del gobierno central”. Esto
equivale a situar en su debido engarce espacio-temporal a quienes peor
sufrieron el golpe de la austeridad.
Desde esa óptica, es razonable achacar a las políticas exigidas por la Unión
Europea y aceptadas por la administración Cameron, el disgusto social expresado
en la votación del jueves. Explicaría el que tantos festejen como el resultado
como “día de las independencia”, mientas otros tantos la consideran fecha
luctuosa.
Estos últimos son aquellos que piden un segundo referéndum, una especie
de rectificación de errores. Piensan
que si se repite, el resultado cambiará. De otra parte, muchos que dependen del
mundo financiero llegan al extremo de solicitar que Londres se convierta en un
país.
Las divisiones al interior de los
partidos políticos y a escala de base social, muestran que el asunto tiene
altas complejidades a partir de directrices conservadoras y hasta de la pifia
de Cameron quien movió sus piezas pensando salir airoso de la prueba y obtener
una validación extra de su mandato junto con las prerrogativas especiales
arrancadas a Brusel.as
No son las únicas causas, porque no hay una sola razón ni un mero elemento
interviniendo en el desenlace. Lo sobresaliente es el descontento, puede que
multifactorial. Lo mismo si se busca al culpable dentro del país que fuera, es
decir, en la UE.
Por ello y debido a que el proceso de divorcio será largo, este tema
seguirá ocupando grandes espacios en la prensa, los debates oficiales y el
ánimo de muchos.
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