jueves, 25 de octubre de 2018


MALABARES ALUCINADOS
Por Elsa Claro
Si para borrar la peste se colocan las heces frente a un ventilador, el resultado, lógicamente, será peor que el problema original. Y no otra cosa se desprende de lo hecho por Donald Trump con su anuncio de retirada unilateral del tratado de misiles de medio y corto alcance, firmado con la antigua URSS por  Mijail Gorbahov,  quien le creyó a Ronald Reagan, el otro signatario, que la OTAN nunca no se iba a extender hasta las fronteras rusas, pero hoy las rodean.
Resulta sospechoso que este asunto se exponga justo en el mismo momento en que el escándalo por el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, ocupa permanentes titulares en todos los medios. Con ingredientes mezclados de novela detectivesca y literatura de horror, tiene trazas de algo inconcebible en el siglo en transcurso, sin faltarle el soplo de las nuevas tecnologías en versiones que lindan con la ciencia ficción.
Las autoridades del país árabe tuvieron que admitir lo ocurrido y  si bien lo mantienen envuelto en inverosímiles explicaciones, el asunto no pierde estremecedores acentos que elevan el intoxicado ambiente mundial.
El escenario fue la legación de Arabia Saudí en Estambul. El periodista, radicado en EE.UU. por temor a represalias en su país de origen, tras denunciar la actuación de altos dignatarios,  ingresó a la sede diplomática en busca de documentos oficiales para contraer matrimonio. Su novia turca quedó fuera, con un celular inter conectado con el reloj inteligente que él portaba y, se supone, envió lo ocurrido por ese enlace  hacia la Nube (sistema de almacenamiento de  distintos servidores remotos). La mujer esperó por horas, pero el novio nunca salió del recinto y ella dio la alarma.
Esas fueron las primeras versiones y nunca faltó en ellas el asesinato y descuartizamiento de la víctima para suprimir los restos. Se dijo, además, que los emisarios venidos  hasta la capital turca intentaron borrar la información digital. Suponiendo ajustados a la realidad esos informes, es de suponer que los autores no lograron eliminar por entero lo alojado en la Nube y Turquía, es posible, cuenta con pruebas.
Entre confusiones macabras y fantasías, aflora la demasiado terrenal actitud del presidente norteamericano.  Apenas circularon los primeros datos, estimó ante su medio de difusión favorito, la Fox News: “No estoy contento” pero los saudíes “gastan 110 000 millones en (compra de) material militar y otros artículos que crean empleo” en Estados Unidos. Para él, el negocio anda por delante de los principios.
Otro factor aparece en The Washington Post, medio para el cual trabajaba la víctima y donde al conocerse el crimen fue publicado que los servicios de inteligencia estadounidenses contaban con información previa sobre planes para arrestar al periodista, siguiendo órdenes del príncipe heredero, Mohamed bin Salman. Si se comprueba ese extremo, EE.UU. es algo o muy cómplice del crimen.
El canciller saudí ya admitió “el grave error”, enmarcándolo en una escena grotesca durante la cual se coloca a Khashoggi  enfrentándose él solo a unos 15 individuos llegados especialmente desde Riad. Que estuvieran dentro de la legación y sostuvieran con el asesinado conversación y/o pelea, delata que contaban con venia para proceder.
En el supuesto de que no existiera connivencia o apatía por parte de la Casa Blanca, el asunto emerge contrastando con los apurados y radicales actos norteamericanas en casos como el referido al aparente envenenamiento del sobrevalorado ex espía Serguei Skripal en el Reino Unido. Algo sobre lo cual Washington fue más drástico que Londres, el pretendido ofendido, pues expulsó a un número mayor de diplomáticos rusos para aleccionar al Kremlin por el no probado suceso. No sorprende la reacción británica al abandono del INF    por Washington. Hasta el momento es el único país europeo en apoyar a su tradicional aliado en este tema. Alemania, por el contrario, hizo un llamado general a no venderle armas al reino de la Casa Saud como recurso inicial hasta tanto no se pruebe una inverosímil inocencia  en lo ocurrido.
Que Trump se lanzara a formular el arbitrario retiro del tratado nuclear en cuestión, le da mucho olor a humo al anuncio, como si tratara de apartar la atención sobre el crimen y desplazarla hacia un tema de interés tan grande  como todo cuanto atañe al des-control sobre el armamento nuclear.
Se cree este sea el inicio de otra acción  similar, pues está por vencerse el START III o New Star, (Barak Obama y Dimitri Medvedev, Praga, 2010) con el cual las partes redujeron su arsenal atómico, limitando a 1550  las ojivas para cada bloque y a 800 las lanzaderas de misiles intercontinentales balísticos (ICBM), entre otras importantes menguas de naves aéreas o marítimas nucleares. Es un trascendental compromiso, pero como tiene una vigencia de 10 años, y viendo las propensiones de Trump, existe fundado temor a que lo abandonen en el 2020.
Se hace referencia a un cambio de estrategia, tenga o no que ver con la nueva versión de la Guerra de las Galaxias o el desorejado incremento del presupuesto bélico estadounidense. Para los expertos, acondicionar lo antes acordado a situaciones nuevas o mejorar un compromiso, siempre será positivo, pero a esa perspectiva solo se llega mediante cotas de confianza inexistentes en la actualidad, cuando predominan las acciones hostiles, los enfoques parcializados e  indignantes ultimátum.
Si existen 2 692 misiles norteamericanos y rusos menos, en el rango de los 500 y los 5500 kilómetros, se debe al INF, el primer compromiso firme y verificado de las dos grandes potencias, con el cual se le daba comienzo a la reducción de los arsenales nucleares. El tratado estableció inspecciones mutuas, pero  EE.UU. está planteando, siempre sin pruebas, que Moscú violó ese compromiso, cuando lo comprobable a ojos vista es la instalación por parte del Pentágono del conocido sistema antimisiles en Polonia, Rumanía, la República Checa y España.
Entre otros recursos ofensivos, el susodicho escudo puso en funcionamiento los sistemas Aegis Ashore (Rumania) con una estación radar SPY-1D, tres baterías con 24 misiles interceptores SM-3 y lanzaderas verticales Mark-41 capaces de emplear misiles crucero de mayor alcance y unos SM-3 aptos hasta para eliminar un satélite en órbita baja. Es parte de lo desplegado en amenaza poco disimulado contra territorio ruso.
Lo que acaba de decidir Trump tiene entre los antecedentes  aciagos el abandono del ABM (limitaba el número de sistemas de misiles antibalísticos) a finales del 2001, en esa oportunidad la renuncia a un útil instrumento observado por tres décadas estuvo a cargo de otro republicano, George W. Bush.
El canciller alemán Heiko Maas, apenas conocer la decisión de Trump, estimó “… instamos a los Estados Unidos a considerar las posibles consecuencias”, de dejar sin efecto esa garantía, limitada pero señal de prudencia útil durante mucho tiempo y uno de los soportes para el establecimiento de la seguridad europea encaminada a un mundo sin riesgos definitivos.
Las autoridades rusas tildaron de “muy peligroso” lo anunciado y advirtieron conducirá a  represalias “militares y técnicas” (…) "Es muy alarmante que en Washington continúen los intentos prácticamente diarios de arrancar concesiones en diversos campos mediante métodos de chantaje", dijo el viceministro de Exteriores Sergei Riabkov.
Al cierre de este comentario se esperaban informaciones sobre la visita de John Bolton a Moscú, donde, por fuerza, estos acuerdos y sus rupturas están al centro de las conversaciones.

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