lunes, 18 de julio de 2016

MAL TIEMPO EN TURQUIA



"Las FFAA turcas tomaron bajo su control la administración en el país para restablecer el orden constitucional y garantizar que se respeten los derechos humanos y las libertades", anunciaron en una declaración los golpistas que también hicieron referencia a la gran corrupción existente.

Por Elsa Claro
Obvia y lamentablemente, julio del 2016 se queda calificado de notable en fuertes acontecimientos.  Están los tiroteos ¿raciales? en Estados Unidos,  el referéndum en el Reino Unido que provocó un cambio de gobierno y la salida de la Unión Europea. También el terrible y no bien esclarecido acto terrorista en Niza, el mismo día en que Francia conmemoraba su día nacional, y, casi a renglón seguido, el día 15, un golpe de estado en Turquía.
Demasiado, quizás, para una quincena, en un semestre frondoso en asuntos ingratos. Pero parece que  falta bastante por conocer. Wikileaks anuncia: "Prepárense para el combate con la publicación de más de 100 000 documentos sobre la estructura del poder político en Turquía". Es posible que ayude a desentrañar varias interrogantes entre las nada escasas existentes.
Las advertencias de Occidente, por ejemplo, resultan llamativas. Que  Washington esté llamando al orden al presidente Erdogán para que la asonada no sea una “excusa que aleje al país de la democracia y del Estado de derecho" y las advertencias de Federica Morgherini y Ángela Merkel sobre las intenciones de Ankara de restablecer la pena de muerte, como invalidante para un hipotético ingreso en la UE, son reacciones inesperadas de dirigentes que hace bien poco confiaron en la administración turca para contener la emigración, sin ocuparse después de cómo se hacía.
Parece que a la Casa Blanca y a Bruselas, les inquieta el elevado monto de encarcelaciones en tan corto tiempo y que entre esos más de 6 000 supuestos encartados en el golpe, haya tanto policías como jueces, militares o políticos. Aparenta  ser más un ajuste de cuentas que la natural pesquisa de lo acontecido, o las cautelas destinadas a evitar que se repita.
Pero no debería extrañar el rumbo asumido. Desde el pasado año, las ciudades donde mayoritariamente habitan kurdos, en el sureste turco, fueron cercadas por el ejército que impuso toque de queda, bombardeó o hizo arrestos de los cuales es difícil tener otro registro fuera de las 1 500 víctimas mortales, pues ni siquiera se tiene contabilidad exacta de los desplazados. Solo se sabe que suman cientos de miles.
Está muy bien que en este momento exista desasosiego por la violación de derechos ciudadanos, pero ¿y los ultrajados, las víctimas contantes y sonantes cotidianas no merecen igual repulsa?
No es preciso hacer un recuento de contradicciones y hechos de mala fe, errores o ambiciones, en este rápido examen de un escenario que tiende a complicarse pues contiene demasiados elementos pendientes o mal tratados. La aparente rectificación de algunos ejes puntuales de su política exterior, no colocan al presidente turco a salvo de consideraciones negativas.
Si los golpistas no prepararon bien su propósito o lo precipitaron como resultado de una engañifa, se sabrá. Algo no cuadra bien en el resultado que tuvo un aparato con tanta experiencia política y abundantes facultades. Se supone que después de cuatro golpes exitosos en los últimos decenios, no debió fallar esa experimentada oficialidad formada en los marcos de la OTAN, con un apego particular a esa alianza y, desde luego, a la jefatura norteamericana. Puede que hayan perdido algo de la mística establecida por  el fundador de la república Kemal Ataturk, que les convirtió en garantes de la laicidad del estado y guardianes de un orden al parecer alterado.
Las acusaciones contra el clérigo Fetulá Gulen, exiliado en EE.UU. como supuesto instigador de la intentona, provocaron que él dijera que, a la inversa, se trató de un autogolpe para propiciar reajustes convenientes a Recep Tayip Erdogan. ¿Quién tiene la verdad?
Con o sin revelaciones de los Assange o Snowden actuales o futuros, las respuestas llegarán. Esperemos que lo único que no se despliegue sea una confrontación civil que, en la fragmentada sociedad turca, -por razones confesionales, étnicas o políticas-, tendría inenarrables consecuencias.



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