jueves, 28 de julio de 2016

TERRORISMO: TELA POR DONDE CORTAR






Por Elsa Claro

Parafraseando al poeta T. S. Elliot, julio ha sido un mes cruel. A los atentados de Niza le siguieron los perpetrados en Alemania y aunque con menos publicidad y lamentos, también ocurrieron hechos similares en Pakistán Turquía, Irak y la martirizada Siria. Los datos aportados indican que el terrorismo tiene tenebrosas ramificaciones. Quizás con una nueva y macabra estrategia, pero al propio tiempo, se descubre que esos lobos solitarios casi siempre tienen detrás o adentro,  motivaciones de otra naturaleza y no solo fe ciega y tergiversados motivos confesionales.
La discriminación, la falta de oportunidades en países opulentos, la pérdida de status social provocada por el mal manejo de la crisis, se unen, o actúan por separado, con trastornos mentales y, eventualmente, con la permitida propaganda de odio e intolerancia étnica, de raza o género. Un coctel explosivo que potencia su peligrosidad si se le añaden unas gotas de factores religiosos mal digeridos y muy a propósito para exaltar ánimos enfermos.
Falsas soluciones. Tan carentes de fundamento como las estrategias que solo prevén las medidas policiales, sin ir a la esencia del o de los problemas. Cuando a ello se une la ausencia de políticas bien coordinadas entre países y cada cual tira por su lado, pero no parejo, el fracaso está servido.
Hasta tanto no se unan fuerzas que empujen al unísono hacia un objetivo único: eliminar el terrorismo, este siempre encontrará adeptos, asideros, justificantes.
Si de igual forma cada estado no se detiene a sopesar sus debilidades, los trasfondos que dan pie a hechos tan horribles e inaceptables, seguirán diluidas las culpas y las soluciones permanentes. Véase que Estados Unidos registra cada año más de 10 000 asesinatos intencionados. Aparte de los consabidos dilemas raciales, deberían averiguar qué les ubica en la cima de ese fenómeno.
Ampliando el espectro de un posible estudio, pudiera plantearse, junto al columnista ibérico   Jordi Calvo Rufanges, que si en  “gabinetes, comisiones y grupos de crisis y de lucha antiterrorista” no se preguntaron nunca en qué medida tanto el modelo de desarrollo como el de convivencia están mal diseñados, no funcionan, generan demasiados desniveles humanos, más intolerancia y violencia.  
¿No piensa nadie –explica- que lo que está ocurriendo ahora sea resultado de un aumento de la opción de recurrir a la violencia en nuestra sociedad? Resultado a su vez de la expansión de una cultura extremadamente violenta, desde los discursos oficiales las acciones de gobiernos, ejércitos y estructuras militares, hasta la promoción de la violencia con videojuegos y demás mecanismos de naturalización de la violencia, pasando por un relativamente fácil acceso a conseguir armas legal o ilegalmente”.
También para el experto en asuntos de defensa, el británico Peter Rogers, la desigualdad es un germen principalísimo entre los que provocan estos estigmas. Pluralizo porque los crímenes de perturbados con razones individuales son harto frecuentes como para no darse cuenta de que constituyen por sí solos un dilema a solucionar.
Si al terrorismo hay que cortarle toda raíz, también es preciso ponerle coto a cuanto desde los estados, hacia dentro o contra otros, fabrica criminales que ven una solución en lo que nada resuelve. 
Seria hora, seguro, de convocar a un serio debate internacional y con la imprescindible honestidad, sin segundas y total desprejuicio, plasmar verdades y emprender soluciones. 
(publicado en https://www.facebook.com/A-Primera-Hora-Revista-Informativa-De-Radio-Progreso)

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